18 Mayıs 2016 Çarşamba

Introducción

Introducción

La gente ha observado el universo a lo largo de los años y ha intentado descubrir sus secretos. Muchos investigadores hicieron aportes novedosos, teniendo en cuenta las limitaciones en materia de estudio que existían en la época de cada uno de ellos. Otros propusieron tesis que llamaron la atención, aunque después se las consideraron equivocadas. Veamos algunos ejemplos.
Claudio Tolomeo, científico y filósofo del siglo II a.C, vivió en Alejandría cuando ésta era el polo de la investigación. Observó la bóveda celeste para desentrañar aspectos del universo y enterarse de cuál era el lugar que ocupaba en el mismo nuestro planeta, de qué modo se movían el Sol y la Luna. Llegó a la conclusión de que la Tierra era el centro del universo, que estaba fija y que el Sol, la Luna y las estrellas giraban en su derredor. Lo que escribió atrajo la consideración de muchos, fue traducido a numerosos idiomas e influenció grandemente en la cultura europea. La Iglesia Católica basó su teología en el modelo tolomeico. Poco después algunos advirtieron contradicciones en dicho enunciado, pero se vieron obligados a mantenerse callados dada la popularidad de la que gozaba el astrónomo. Pero esas discrepancias, una vez planteadas, no se pudieron ocultar fácilmente. Es Copérnico quien exhibe en el siglo XV los errores de las ideas tolomeicas, oponiéndose firmemente al concepto geocéntrico del universo. Con el paso del tiempo se supo que nuestro planeta giraba alrededor del Sol, que éste era una estrella entre millones de otras en la Vía Láctea y que ésta a su vez era un ejemplo de las incontables galaxias compuestas de estrellas.
Batlamyus
En cuanto al fuego, los humanos siempre han quedado fascinados por las llamas que el mismo despide, pero durante mucho tiempo no supieron cómo se producía. El investigador alemán G. E. Stahl intentó descubrirlo a fines del siglo XVI. Luego de realizar los experimentos del caso propuso que era causado por una sustancia invisible llamada phlogistón, innata en determinados objetos. Según él, cualquier cosa que contuviese phlogistón ardía rápidamente, en tanto que las sustancias que carecían del mismo jamás se quemarían. Se llegó a pensar que el humo, producto de la combustión, se trataba de la expulsión delphlogistón de la materia y que debido a ello ésta mermaba de volumen y perdía resistencia. También se llegó a creer que cuando el material que ardía se apagaba, se debía a que se obstruía la emisión dephlogistón. Pero en su momento se observó que los metales, al quemarse, no disminuían su volumen ni se destruían. Eso hizo que se empezara a dudar de la teoría de Stahl.
A fines del siglo XVIII se descubrió que la atmósfera estaba compuesta por distintos tipos de gases. Mientras algunos intentaron explicar las diferentes maneras en que ardían, en función de la idea delphlogistón, los experimentos realizados con el oxígeno invalidaron los demás conceptos. El investigador francés Antonio Lavoisier descubrió, a través de ensayos en los que en un medio muy oxigenado quemaba elementos metálicos, que aumentaba el peso de éstos y disminuía el del oxígeno. Así se demostró la fuente del fuego: se producía cuando el objeto en cuestión, a través de un proceso, se combinaba con el oxígeno. Es decir, ¡nunca existió la sustancia hipotética llamada phlogistón!
dsda
Copérnico, al presentar a la Tierra, simplemente, como parte del sistema solar, demolió el modelo de universo geocéntrico propuesto por Tolomeo y adoptado por la Iglesia Católica.
Otro caso de un error científico es el de la “explicación” del origen de la electricidad. El físico italiano Luigi Galvani realizaba experimentos con animales en el decenio  de 1780 y se encontró repentinamente, según creyó, con una nueva fuente productora de ese flujo. Observó que al tocar la pata desollada de una rana con un objeto metálico, se producía una contracción y saltaba una chispa en una máquina electrostática. Entonces supuso que el metal extraía electricidad de los músculos y nervios del animal.
dsda
A fines del decenio de 1600 los científicos consideraron que el fuego era producido por una sustancia invisible llamada phlogistón. Sin embargo, tiempo después se comprobó que para nada era así.
Sin embargo, su colega Alejandro Volta, quien intuía lo que realmente sucedió en el trabajo del anterior, realizó sus propias pruebas. Ató una pata de la rana con uno de los extremos de un alambre y la otra pata con el otro extremo. Al ver que no se producía ninguna contracción muscular, rechazó que la electricidad proviniese de la rana o de cualquier otro animal. Después se supo que la misma es producida por una corriente de electrones y que el metal la conduce más fácilmente. La teoría de la “electricidad animal” resultaba, simplemente, un error en un momento particular de la historia.
dsda
Hubo una época en que también las ranas fueron apreciadas erróneamente, cosa que engañó a los evolucionistas.
Luigi Galvani
Estos ejemplos muestran con toda claridad que en el pasado se afirmaban cosas totalmente equivocadas acerca de procesos que hoy día son bien conocidos. Esos errores de interpretación se cometían debido a la comprensión limitada o a prejuicios de quienes realizaban las experiencias y al poco desarrollo de los equipos de investigación. Entre dichos equívocos, el principal y más duradero es el de la teoría presentada respecto al origen de la vida. Las ilógicas afirmaciones en la materia ejercieron una influencia mucho mayor que cualquiera de los casos antes citados. Además, esa hipótesis llamada darwinismo, se unió a la visión materialista del mundo en su creencia en la evolución.
dsda
En la época en la que Darwin ganó crédito, los conceptos científicos eran aún muy primitivos. Ello permitió que la gente aceptase fácilmente sus absurdos. Pero en el siglo XX se demostró que sus afirmaciones eran radicalmente falsas.
A pesar de la falta de evidencias, al principio, algunos la consideraron “científica”. Aunque ya en 1859 se sabía que el libro El Origen de las Especiespublicado por Charles Darwin era incoherente, despertó el interés de ciertos círculos. Su autor no se apoyaba para nada en pruebas genéticas o bioquímicas. No obstante, sus aseveraciones inexactas basadas en descubrimientos fósiles aún no relevantes, lograron, entre determinada gente, amplia aceptación por razones filosóficas. Existía una clara afinidad entre la filosofía materialista y la teoría de Darwin. Este intentó explicar el origen de todo lo viviente en términos de casualidad y factores materiales, rechazando, en consecuencia, la existencia del Creador. Hubo que esperar hasta el siglo XX para que una serie de descubrimientos demostrasen lo errado de su proposición, totalmente ilógica e irracional.
dsda
Los avances tecnológicos tuvieron su correlato en las investigaciones científicas, las que, a su vez, revelaron que la teoría de la evolución es totalmente ilógica.
dsda
La tecnología de las computadoras era desconocida a principios del siglo XX. Pero hoy día avanza permanentemente, en tanto que la Internet se desarrolla cada vez más.
Darwin presentó la teoría de la evolución cuando la ciencia y la tecnología estaban relativamente en pañales. El desconocimiento de muchas cosas en el siglo XIX sirvió de incentivo a la rápida expansión del darwinismo. Pero los graduales avances tecnológicos y de los estudios serios dieron lugar a un progreso importante en las investigaciones, lo cual a su vez redundó en descubrimientos significativos que revelaron el anacronismo de teorías como la evolucionista.
Una cámara del siglo XIX y otra actual.
El teléfono primitivo y el de nuestros días.
Si bien para unos pocos grupos científicos el darwinismo aún es una gran obsesión, ello no impide percatarse de que está en sus últimos estertores. Una por una se han derrumbado todas las suposiciones que lo respaldaban. Y la única razón para que aún siga boqueando, es que algunos grupos de investigadores adhieren fanáticamente a la filosofía materialista en la que se fundamenta. El mundo del darwinismo se asemeja a la Unión Soviética en la segunda mitad del decenio de 1980, momento en el que la ideología comunista se precipitó en el caos y sus conjeturas se evidenciaron erróneas, aunque las instituciones del sistema aún seguían existiendo. Se creyó que políticas como la Glasnot y Perestroika podrían reformar y revivir a los soviets, pero su final era inevitable. No obstante, las generaciones que recibieron el lavado de cerebro stalinista se siguen aferrando a sus criterios tercamente. En consecuencia, aunque el sistema comunista ha colapsado a todos los fines prácticos, es mantenido a flote por los dogmáticos un tiempo más.
De cualquier manera, algunos percibieron con bastante antelación que el comunismo estaba básicamente exhausto. Muchos observadores occidentales habían escrito que lo único que podía hacer el establishment soviético era lentificar el colapso ineludible.
En este libro describiremos la manera en que también el darwinismo ha muerto hace rato desde el punto de vista científico. Y aunque se siga creyendo en el mismo, ya está en claro que carece de todo fundamento basado en investigaciones serias, pues, finalmente, se demostraron inválidas sus afirmaciones, al ser refutadas todas las supuestas pruebas que “ratificaban” la evolución. No pasará mucho tiempo antes de que la comunidad científica, bajo el hechizo de la teoría de Darwin, reconozca la verdad, y entonces se asombrará de cómo pudo haber estado atrapado por la misma. En palabras del estudioso sueco Sören Lövtrup, “…algún día el mito del darwinismo será considerado el engaño más grande en la historia de la ciencia”1. Es en función de ese esclarecimiento que aquí presentamos toda la información científica necesaria. Lo único que resta entonces, es su aceptación.
En las páginas que siguen examinaremos distintos antecedentes que han invalidado la teoría de la evolución. Y mostraremos que su gran equivocación se basó en el nivel inadecuado de la ciencia del siglo XIX.
dsda
El darwinismo ha sufrido un colapso científico total. Esta teoría, que nunca tuvo una base científica real, resultaba convincente para algunos en los momentos en que la ciencia aún no había adquirido cierto nivel de desarrollo. Pero con el progreso de la misma, se hizo manifiesto que el evolucionismo se trata realmente de un engaño.

Footnotes

1- Søre n Løvtrup , Darwinism: The Refutation of A Myth, Croom Helm, New York, 1987, s.422

Las Definiciones Científicas Correctas y el Derrumbe de los Mitos Darwinistas

Las Definiciones Científicas Correctas y el Derrumbe de los Mitos Darwinistas

Si hoy día se preguntase a los periodistas, escritores, filósofos, científicos, académicos o estudiantes universitarios porqué creen en la teoría de la evolución, la mayoría de las respuestas carecerían de fundamentos valederos. Enumeraremos sus más comunes pronunciamientos y a renglón seguido porqué son incorrectos.
1. Los experimentos científicos han demostrado que la vida se originó espontáneamente, como resultado de reacciones químicas.
Eso no es cierto, pues se ha explicado la imposibilidad teórica de los mismos y no hay ninguna prueba de laboratorio que los respalde.
2. Los registros fósiles evidencian la existencia del proceso evolutivo en el planeta.
Eso no es cierto, porque todos los registros fósiles revelan una historia natural totalmente distinta de la que surge de la teoría darwinista: las especies no pasaron a existir por etapas a través de algún proceso evolutivo, sino que fueron creadas con todos sus atributos de manera instantánea.
3. El fósil de Arquéopterix prueba la tesis de que los pájaros evolucionaron a partir de los reptiles.
Eso no es cierto, pues hoy día se sabe que el Arquéopterix era un ave en todo sentido, capaz de volar. Por otra parte, nunca se ha encontrado un reptil antecesor de las aves. Es decir, no hay ninguna evidencia que respalde las afirmaciones evolucionistas respecto al origen de estas últimas.
4. La “evolución del caballo” es uno de los ejemplos mejor documentado que respalda la teoría de la evolución.
Eso no es cierto. Investigaciones hechas en años recientes demostraron que los cuadrúpedos de la “secuencia caballar”, presentada según el tamaño de menor a mayor, no son uno antecesor de otro. Además, lo que se exhibe como supuestos antecesores de los caballos, en realidad, aparecieron después.
5. Las polillas de la época de la revolución industrial en Gran Bretaña, ofrecen una prueba de la existencia del evolucionismo por medio de la selección natural. Eso no es cierto. Las polillas no cambiaron de color sino que al principio de aquella época la mayoría era de un color más claro y luego, con la modificación de las condiciones ambientales, disminuyeron las más claras y aumentó el número de las más oscuras. Cuando se descubrió el fraude de la supuesta “selección natural”, los evolucionistas perdieron otra de sus “pruebas documentadas”.
6. Entre los restos fósiles hay rastros de “hombres monos”, los cuales sirven de testimonio de que los seres humanos descendieron de un antecesor común a ambas especies.
Eso no es cierto. Todas las afirmaciones en tal sentido se apoyan solamente en supuestos prejuiciosos, al punto que hasta los darwinistas se vieron forzados a admitir que no hay ninguna evidencia fósil de la evolución humana. Por ejemplo, el paleoantropólogo evolucionista Richard Leakey escribe:
"David Pilbeam hace el siguiente comentario burlesco: "Si usted hubiese traído un talentoso científico de otra disciplina y le hubiese mostrado la escasa evidencia (recogida), seguramente hubiese dicho: ‘Olvídelo, con esto no vamos a ningún lado’". Por supuesto, ni David ni otros involucrados en la investigación (del origen) de la humanidad pueden tomar en cuenta lo dicho. Somos totalmente concientes de los peligros de extraer conclusiones de evidencias tan incompletas." 2
Quien es citado por Richard Leakey, también es un paleontólogo evolucionista pero admite lo siguiente:
Mis reservas no se dirigen solamente a este libro (es decir, Los Orígenes, de Richard Leakey) sino a todo el tema y metodología de la paleoantropología… Posiblemente generaciones de estudiantes del evolucionismo, incluida mi persona, hemos estado tropezando inútilmente en la oscuridad… (porque) nuestra base de datos es demasiado rala, demasiado insegura, como para servir de patrón o modelo a nuestras teorías. 3
Se ha demostrado que los fósiles que se afirmaba eran de los supuestos antecesores de los seres humanos, pertenecen a especies extintas de monos o a diferentes razas de humanos. En consecuencia, a los evolucionistas no les queda una sola prueba que sirva de sostén a sus tesis respecto al antecesor común de los simios y de nosotros.
Jonathan Wells
El biólogo norteamericano Jonathan Wells y su libro Iconos del Evolucionismo: ¿Ciencia o Mito? Porqué son Erróneas Muchas de las Cosas que Enseñamos Acerca de la Evolución.
7. Los embriones de humanos y de otras criaturas pasaron por el mismo “proceso evolutivo” en el vientre de sus madres o en el huevo, al punto que los de humanos poseen branquias que luego desparecen.
Lo dicho no es cierto. Se ha demostrado que las suposiciones mencionadas, hechas al principio por el biólogo evolucionista Ernst Haeckel,  carecen absolutamente de fundamento y son sólo inventadas. En los dibujos que hizo éste, introdujo cambios de manera deliberada para sugerir la semejanza de los embriones de distintas especies. No obstante, hasta los científicos darwinistas tuvieron que aceptar luego que se trataba de algo fraguado.
8. Los humanos y otros seres poseen órganos atrofiados debido a que perdieron su funcionalidad. Incluso gran parte del ADN denominado “chatarra”, no cumple ninguna función.
Lo dicho no es cierto. Hoy día se sabe que se llegó a creer ese tipo de cosas debido al poco conocimiento en la materia. Al pasar el tiempo y avanzar los descubrimientos científicos, se supo que todos los órganos y genes son funcionales. Es decir, se comprobó que no existen órganos que se volvieron inútiles en un supuesto proceso evolutivo. En consecuencia, los nuevos datos evidenciaron que las criaturas, con todos sus órganos y componentes, no son el producto de la casualidad sino de una creación sin tacha y que el llamado “ADN chatarra” no es tal.
Jonathan Wells
Desde fines del siglo XIX la teoría de la evolución ha sido parte del currículo educativo en los países occidentales, y enseñada como una realidad científica a las generaciones siguientes. Pero actualmente estalla o se desvanece frente al conocimiento científico. No obstante, la juventud sigue recibiendo una educación darwinista. Esta, al igual que un conjunto de posturas materialistas establecidas, se divulga entre la gente, en general, a través de los periódicos y la televisión. A los alumnos se les hace creer desde muy temprana edad que el universo, y la vida en particular, son obra de la casualidad; que los humanos no tenemos ninguna responsabilidad inmanente; que la vida es un campo de lucha y supervivencia; que los que se valen principalmente de la fuerza para imponer sus conceptos siempre tienen razón, a pesar de que la violencia da lugar a inmensos conflictos en todo el mundo. En la raíz de éste y otros problemas sociales, como el alcoholismo y la drogadicción, yace la instrucción en los principios materialistas, darwinistas. Es esencial que esa enseñanza deje de envenenar las conciencias para que los jóvenes puedan ser instruidos en valores morales elevados y se conviertan en útiles a la sociedad.
9. Las variaciones en una especie determinada, como ser las medidas y formas de los picos de los pinzones de las Islas Galápagos, se trata de una prueba indeleble de la evolución.
Eso no es cierto. Los microcambios en la estructura  de los picos de las aves no corresponden a ningún proceso evolutivo puesto que no pueden dar lugar a características biológicas nuevas, bajo la forma de órganos nuevos. Hasta los darwinistas comprueban hoy día que las variaciones dentro de una especie no se traducen para nada en seres evolucionados.
10. Se lograron nuevas especies a través de producir mutaciones en las moscas de la fruta. Eso no es cierto. Dichos experimentos sólo produjeron individuos estériles o físicamente deteriorados. Ha quedado en claro que las mutaciones no aportan nada a favor de las tesis evolucionistas, pues nunca se observó algún cambio benéfico.
Gran parte de los entrevistados que creen en el evolucionismo, saben muy poco de los ejemplos antes mencionados o los conocen superficialmente. Simplemente, están convencidos de las ficciones que leyeron alguna vez o escucharon a sus profesores de la escuela secundaria y no les interesa profundizar en el tema.
Y esto que decimos no es algo carente de fundamento sino que posee sólidas evidencias dadas por científicos críticos de la teoría de la evolución, como lo podrá ver a continuación.
El conocido biólogo norteamericano Jonathan Wells4, denomina a los mitos darwinistas “íconos del evolucionismo”. Al hablar de “ícono” se refiere a las creencias falsas y supersticiosas admitidas por los materialistas sin meditar en ellas. Dicho término se aplica normalmente a objetos de veneración de algunas pseudorreligiones, para que sus miembros los acepten como sagrados. Entre los que usa la teoría de la evolución (que en realidad es una “religión atea”)5 para que sus “devotos” la respalden, se encuentran los dibujos del “hombre mono”, de “las branquias en el embrión humano” y otros por el estilo. Pero cada uno de ellos se trata de un mito sin fundamento. El libro de Wells, Los Iconos de la Evolución: ¿Ciencia o Mito? ¿Por Qué Mucho de lo Que Se Enseña Acerca de la Evolución es Falso?, enumera diez –que son los que expusimos antes aquí– y explica detalladamente porqué resultan inválidos.
El conocido biólogo norteamericano Jonathan Wells4, denomina a los mitos darwinistas “íconos del evolucionismo”. Al hablar de “ícono” se refiere a las creencias falsas y supersticiosas admitidas por los materialistas sin meditar en ellas. Dicho término se aplica normalmente a objetos de veneración de algunas pseudorreligiones, para que sus miembros los acepten como sagrados. Entre los que usa la teoría de la evolución (que en realidad es una “religión atea”)5 para que sus “devotos” la respalden, se encuentran los dibujos del “hombre mono”, de “las branquias en el embrión humano” y otros por el estilo. Pero cada uno de ellos se trata de un mito sin fundamento. El libro de Wells, Los Iconos de la Evolución: ¿Ciencia o Mito? ¿Por Qué Mucho de lo Que Se Enseña Acerca de la Evolución es Falso?, enumera diez –que son los que expusimos antes aquí– y explica detalladamente porqué resultan inválidos.

La Religión y la Ciencia Nunca se Oponen

Jonathan Wells
El libro de Benjamín Wiker.
Antes de escribir sobre la defunción de los mitos darwinistas, debemos exhibir la absoluta  carencia de valor de otra idea que une a los defensores de la teoría de la evolución.
Nos referimos al falso supuesto de que el concepto de Creación es una teoría sólo válida para los creyentes en Dios, pero no para la ciencia, y que entre ésta y la religión hay un conflicto permanente. En función de ello los cientificistas norteamericanos dicen que la enseñanza en las escuelas debería ser sólo a nivel de lo material, con lo que deslizan el argumento “del desacuerdo permanente entre los científicos y las iglesias”. Y algunos medios de comunicación se hacen eco de eso.
 Debemos tener en cuenta, en primer lugar, que la Creación es confirmada por la ciencia. El actual debate evolución versus creación, no se da entre los científicos y las iglesias sino entre los estudiosos que creen tercamente en la teoría de la evolución y otros colegas que consideran a ésta inválida. Todas las evidencias disponibles desacreditan el darwinismo. Una de ellas, muy importante, es que éste perdió influencia en los EE. UU. en la segunda mitad del siglo XX. Ello llevó a proponer en Kansas, Georgia y Ohio que los centros de enseñanza se aboquen a presentar los argumentos que determinan la invalidez del evolucionismo. Los miembros de la poderosa oposición a la teoría de la evolución son científicos de notables universidades del país. En el decenio de 1970 el profesor Dean Kenyon escribió una tesis sobre el origen de la vida y la evolución química, lo cual lo convirtió en uno de los darwinistas más conocidos. Pero hoy día integra uno de los movimientos contrarios a la teoría de la evolución y cree que el origen de la vida no puede ser explicado por ésta sino solamente, por la creación.

El Legado del Dogmatismo, desde Epicúreo al Darwinismo

 Benjamín Wiker enseña ciencia y teología en la Universidad Franciscana. Su libro Darwinismo Moral: Cómo nos Volvemos Hedonistas, hace un relato detallado de la forma en que la “teoría de la evolución” de Darwin es una visión puesta al día de la filosofía materialista del pensador griego Epicúreo y de su equivalente romano, Lucrecio.
Darwin, al escribir sus conceptos anticientíficos, siguió al pie de la letra una serie de ideas de ambos:
1. La naturaleza es un sistema que se autorregula.
2. Entre las criaturas vivas existe una lucha por la vida inmisericorde, lo cual conduce a la evolución por medio de la selección natural.
3. Debería evitarse dar una explicación "teleológica" de la naturaleza y de lo viviente (es decir, que pasaron a existir con un propósito).
Lo sorprendente es que estas elucubraciones no son científicas. Ni Epicúreo ni Lucrecio realizaron experimentos u observaciones metódicas y sólo usaron una lógica alineada a sus deseos, partiendo de un interesante punto de vista: el rechazo, de hecho, de la existencia de un Creador, porque se vinculaba a la existencia del Más Allá. Epicúreo niega totalmente la posibilidad del otro mundo. En otras palabras, adopta el ateísmo y construye una visión del universo basada en el mismo. Es decir, explica a éste y el origen de la vida como productos del azar, se opone a la participación del Originador y pone las bases para los criterios evolucionistas.
“El primer ‘darwinista’ no fue Darwin sino Epicúreo, quien nació en la Isla de Samos (Grecia) alrededor del año 341 a.C. Fue él quien estableció las bases filosóficas del darwinismo al inventar una cosmología (atea) completamente materialista, en la que la materia desenfrenada sin rumbo o propósito determinado y el tiempo infinito, produjeron, como resultado de afortunados accidentes, no solamente la Tierra, sino también la variedad de formas de vida que se encuentran en ella…”
Después de decir el autor que ese invento no se basó en evidencias sino en los deseos de quien lo pergeña para poder separar al mundo de su Creador, manifiesta:
“…El epicureísmo y la modernidad se ven unidos por el desprecio a la religión, motivo por el cual los darwinistas son los herederos del filósofo griego. El materialismo epicúreo se volvió el credo fundamental del materialismo científico moderno a través de un sendero largo y tortuoso, es decir, de la cosmología materialista que asumió Darwin en El Origen (de las Especies), la cual aún es el cimiento del rechazo del diseño en la naturaleza (por parte de un Creador)”6.
Quienes hoy día defienden inflexiblemente la teoría de la evolución, no están al lado de la ciencia sino junto al ateísmo. Que Darwin se ligue a Epicúreo, en el rechazo del Creador, surge del convencimiento de que aceptar la existencia de Dios se contradice con sus preconceptos.
El Todopoderoso describe plenamente en el Corán la situación de los no creyentes: Y  los negaron (a los signos de Dios) injusta y altivamente, a pesar de estar convencidos de ellos… (Corán, 27:14). Y El revela también: ¿Qué te parece de quien ha divinizado su pasión?... (Corán, 25:43).
El “clan” epicuriano-darwinista rechaza la existencia de Dios sólo porque entra en conflicto con sus deseos y pasiones. En esto se parece mucho a lo descrito en el último versículo mencionado. Por lo tanto, resulta muy engañoso considerar que los argumentos de evolucionistas y creacionistas representan un antagonismo entre ciencia y religión.
Desde tiempos antiguos existen dos explicaciones distintas del origen de la vida y del universo. Con el objeto de comprender cuál de ellas es científicamente correcta, tenemos que considerar los descubrimientos realizados hasta la fecha. Aquí y en mis otros libros veremos como todos ellos demuestran que la teoría de la evolución es errónea y que lo verdadero es la Creación.

Es Falso Que la Ciencia Deba Ser Atea

No hay ninguna compulsión para que la ciencia sea atea, es decir, para aceptar y mantener el dogma de que el universo está compuesto sólo de materia y que no existe ningún estado conciente independiente de la misma. La ciencia debe indagar y marchar hacia donde le conducen los descubrimientos auténticos
Distintas ramas de la investigación, como la astrofísica, la física y la biología, demuestran claramente la creación del universo, pues las realidades del caso son imposibles de explicar en función de sucesos casuales. Todos los experimentos apuntan al Creador. Dicho en otras palabras, señalan que Dios ha creado los cielos, la Tierra y todo lo animado e inanimado que hay entre nosotros por medio de Su poder e inteligencia eternos.
En las páginas que siguen mostraremos que el ateísmo, que  es la “fe” que no se puede demostrar, así como su principal puntal, el darwinismo, han colapsado.

Footnotes

2- Robert D. Martin, Primatların Orijini ve Evrim, Princetown Üniversitesi Yayınları, 1990, s.82
3- David Pilbeam, American Scientist, Sayı 66, Mayıs-Haziran, 1978, s.379
4- Jonathan Wells, California Berkeley Üniversitesi'nde biyoloji lisansı ve moleküler biyoloji doktorası yapmış bir bilim adamıdır. Ayrıca Yale Üniversitesi'nde de ikinci doktorasını yapmıştır. Halen Seattle'daki Discovery Institute'da çalışmalarını sürdürmektedir.
5- Evrimin bir din olarak tanımlanması bazı okuyuculara garip gelebilir, ama son derece yerindedir. Din, bir insanın inandığı ve hayata bakışını belirleyen temel prensipleri ifade    eder. İnsana materyalist bir bakış veren ve bilime değil inanca dayanan evrim teorisi de bir dindir. Bu teoriyi din olarak tanımlayanlar arasında Julian Huxley veya Pierre Teilhard de Chardin gibi bazı evrimcilerin de yer aldığını belirtmek gerekir.
6- Benjamin D. Wiker, "Does Science Point to God? Part II: The Christian Critics", The Crisis Magazine, Temmuz-Ağustos 2003, http://www.crisismagazine.com/julaug2003/feature1.htm

En Cierta Epoca Se Pensaba que la Estructura de la Vida Era Algo Simple

En Cierta Epoca Se Pensaba que la Estructura de la Vida Era Algo Simple

El darwinismo afirma que los seres vivientes no pasaron a existir con un propósito o plan sino como resultado de eventos azarosos. El primer eslabón en esa cadena, según los materialistas, sería la aparición de lo animado a partir de la materia inanimada. Antes de discutir si hay o no un proceso evolutivo natural, se debe demostrar que la vida pudo haber surgido por casualidad.
El darwinismo afirma que los seres vivientes no pasaron a existir con un propósito o plan sino como resultado de eventos azarosos. El primer eslabón en esa cadena, según los materialistas, sería la aparición de lo animado a partir de la materia inanimada. Antes de discutir si hay o no un proceso evolutivo natural, se debe demostrar que la vida pudo haber surgido por casualidad.
En algún momento se dijo que la observación y el experimento daban una respuesta afirmativa a la última pregunta. Es decir, se creyó que la materia insensible podía originar la vida y la evolución de ésta. Pero no se tuvo en cuenta cuán rudimentarias y deficientes eran las pruebas y los conocimientos que llevaron a esa conclusión. Veamos algunos casos.
Los egipcios de la antigüedad que vivían al lado del Nilo, pensaban que cuando se producían inundaciones en la estación lluviosa, proliferaban las ranas porque era el barro el que las generaba. Y no sólo a ellas sino también a las víboras, a los gusanos y a los ratones. Ese concepto equivocado se debía a que las observaciones eran superficiales.
De la misma manera, muchas sociedades paganas que creían que esa frontera se podía cruzar fácilmente, no tenían en claro los límites entre lo animado y lo inanimado. En la mitología hindú, el mundo pasa a existir a partir de una gran burbuja de materia llamada prakriti y un proceso evolutivo de ésta habría hecho surgir todas las cosas animadas e inanimadas. Anaximandro, el filósofo de la Grecia antigua y pupilo de Tales, escribió en su libro Sobre la Naturalezaque los animales provenían de la vaporización de un lodo en el corazón del Sol.
La base de todas esas concepciones radicaba en la creencia de que lo viviente tenía estructuras muy elementales. Y aunque la ciencia empezó a desarrollarse en Europa en el siglo XVI, esa opinión se mantuvo casi hasta el siglo XIX porque los estudiosos no tenían los medios para analizar los detalles minúsculos, especialmente las células y las moléculas.
Algunos experimentos y observaciones de poca monta convencieron a los investigadores de que la materia viva era algo extremadamente simple. Por ejemplo, el químico belga Jan Baptista van Helmont (1577-1644), desparramó algo de trigo sobre una camisa sucia y después de un tiempo observó ratones que corrían alrededor de ese pedazo de tela. Entonces sacó la conclusión de que los ratones se producían por la combinación del trigo con la camisa. El investigador alemán Athanasius Kircher (1601-1680) hizo un experimento similar. Derramó miel sobre unas moscas muertas y después, cuando vio otras moscas volando en torno de ésta, asumió que la combinación de miel con moscas muertas producía mosquitas.
kurbağa
Lazzaro Spallanzani
Lazzaro Spallanzani
Otros científicos más atentos comprendieron que esas deducciones eran erróneas. El investigador italiano Francisco Redi (1626-1697) fue el primero en hacer un experimento controlado para dilucidar esta cuestión. Se valió del método del aislamiento y descubrió que las larvas en la carne no pasaban a existir por generación espontánea sino que se desarrollaban a partir de los huevos depositados allí por las moscas. Es decir, demostró que la vida no provenía de la materia inanimada  sino sólo de otra vida y ese proceso pasó a ser conocido como biogénesis. Por otra parte, a la supuesta generación espontánea de vida se la denominó abiogénesis.
La discusión entre ambas tesituras fue continuada en el siglo XVIII por John Needham (1713-1781) y Lázaro Spallanzani (1729-1799). Cada uno de ellos cocinó un pedazo de carne y luego los aislaron del contacto con las moscas. Needham observó que en el suyo aparecieron las larvas y lo consideró la constatación de la abiogénesis. Spallanzani repitió el experimento pero mantuvo la ebullición durante más tiempo y el resultado fue que no se presentó ninguna cría del insecto. Aunque demostró la invalidez de la abiogénesis, mucha gente no creyó en su experimento y dijo que al cocinar tanto tiempo la carne había hecho desaparecer el “poder vital” de la misma.
El reconocido químico francés Luis Pasteur, por su parte, desaprobó la abiogénesis en 1860, a pesar de que una gran cantidad de personas creía que la materia inanimada podía generar bacterias y otros gérmenes, aunque no fuesen visibles como las larvas.
Louis Pasteur
Los experimentos de Luís Pasteur demolieron el dogma de que la vida se puede originar de la materia inanimada. De ese modo se disolvió el primer eslabón de la cadena ilusoria propuesta por el darwinismo.
Los experimentos de este reconocido sabio y distintos debates hicieron problemático el concepto de generación espontánea, motivo por el que seguramente el primer libro de Darwin no se ocupa del origen de las especies, a pesar de su título. Sólo dice que la primera célula podría haber pasado a existir en “un pequeño charco caliente”.
Escribe su autor a Joseph Hooker en 1871:
“Se dice a menudo que todas las condiciones para que se produzca
un organismo vivo pudieron haber existido en algún momento pero no actualmente. Si hoy día concibiésemos un pequeño charco con todo tipo de sales fosfóricas y amoniacales, luz, calor, electricidad, etc., de modo que se formase de inmediato un compuesto químico que pasaría rápidamente por cambios más complejos, esa materia sería destruida o absorbida instantáneamente. Posiblemente no fue este el caso antes de que se formasen las criaturas vivientes”7.  

Türleirn Kökeni
El libro de Darwin, El Origen de las Especies
 En resumen, Darwin sostenía que si un charco pequeño con agua cálida contuviese los elementos esenciales para la vida, se podrían formar proteínas que luego se multiplicarían y combinarían para formar una célula. No obstante, aseguraba que era imposible que se produjera eso bajo las condiciones actuales, aunque haya podido ocurrir en un período anterior.
Ambas afirmaciones son pura especulación sin fundamentos científicos.
Pero sus presunciones inspirarían a los evolucionistas que le siguieron, quienes se empeñaron en una tarea infructuosa.
Dicho esfuerzo inútil se apoyaba en un error defendido durante siglos que también despistó a Darwin: Sostener, con el nivel de ley natural, que la vida es nada más que un accidente.
Desde entonces han pasado más de cien años y miles de científicos han intentado explicar su origen en función del evolucionismo. Dos de ellos, con trabajos originales, fueron el ruso Alexander Oparin y el inglés J. B. S. Haldane, ambos marxistas. Presentaron la teoría denominada “evolución química” y propusieron, como soñó Darwin, que las moléculas –la materia prima de la vida– podían evolucionar espontáneamente y formar una célula si se les adicionaba energía.
La teoría de Oparin y Haldane ganó fuerza a mediados del siglo XX debido a que áun no se comprendía la verdadera complejidad del caso. El joven químico Stanley Miller se sumó a los dos anteriores para intentar dar respaldo científico a la tesis de la “evolución química”.
Haldane & Oparin
J. B. S. Haldane & Alexander Oparin

En Algún Momento Se Habló del Experimento de Miller

Stanley Miller
Stanley Miller
Cualquiera que hojee hoy día la literatura evolucionista que trata del origen de la vida, probablemente verá que presenta el “Experimento Miller” como la prueba más importante sobre la misma. Muchos libros de texto de biología informan a los estudiantes en una serie de países sobre lo trascendente de esa experiencia y la claridad que aportó al tema. Pero por lo general no cuentan los pormenores de ese trabajo, el verdadero resultado obtenido y la supuesta luz que arrojó en la materia. Para dilucidarlo resumiremos los hechos relevantes que aparecen en otra bibliografía.
En 1953 y bajo la supervisión del maestro Harold Urey del Departamento de Química de la Universidad de Chicago, el estudiante graduado Stanley Miller construyó un aparato que permitía la circulación de una mezcla de gases, en el que, a su vez, se produciría una circulación de descargas eléctricas durante más de una semana. Finalmente observó que se habían sintetizado unos cuantos aminoácidos. Algunos eran propios de los seres vivos y otros no.
Los aminoácidos son los “ladrillos” de las proteínas y éstas el material básico de los organismos animados, pues las células se producen a partir de algunos miles de proteínas distintas. En otras palabras, los aminoácidos son el componente más pequeño de cualquier cosa viviente.
Es debido a ello que dicha síntesis de aminoácidos provocó una gran conmoción entre los evolucionistas. Así nació la leyenda sobre esa prueba de laboratorio, que duró decenios.
Sin embargo, poco a poco se fue comprendiendo que el experimento era inválido. En 1970 se comprobó que la atmósfera primordial de la Tierra se componía principalmente de nitrógeno y dióxido de carbono y que no contenía la proporción de metano y amoníaco supuesta y usada por Miller. Es decir, se evidenció que el escenario presentado por éste era insostenible, puesto que el nitrógeno (N2) y el dióxido de carbono (CO2) no son apropiados para la formación de aminoácidos. Un artículo aparecido en la revista Earth en 1998 resume esta cuestión:
“Hoy día se considera que el escenario de Miller es bastante inseguro. Una de las razones para ello es que los geólogos piensan ahora que la atmósfera primordial consistía principalmente en dióxido de carbono y nitrógeno, gases que son menos reactivos que los usados en el experimento en 1953”8.
En otra revista científica bien conocida, National Geographic, ese mismo año se escribió lo siguiente:
“Muchos científicos sospechan ahora que la atmósfera primordial (de nuestro planeta) era distinta a la supuesta por Miller. Piensan que consistía en nitrógeno y dióxido de carbono antes que en hidrógeno, metano y amoníaco. Esta es una mala noticia para los químicos. Cuando éstos producen la combinación de dióxido de carbono y nitrógeno, obtienen una cantidad muy reducida de moléculas orgánicas”9.
Jeremy Rifkin
Jeremy Rifkin
En 1955 el periodista y responsable de la revista Science Jon Cohen, dio una interpretación esclarecedora, en un artículo histórico, al decir que los investigadores del origen de la vida no tomaban en cuenta el “Experimento Miller”. Y subrayó la razón de ello: “la atmósfera primordial (de nuestro planeta) no se parecía en nada a la simulada por Miller-Urey”10.
Además, al comprenderse que la atmósfera era rica en oxígeno, ese experimento y otros escenarios evolucionistas en el campo de la química, perdieron entidad porque el oxígeno tiene la capacidad especial de oxidar, es decir, quemar todas las moléculas orgánicas. En los organismos animados este peligro queda bloqueado por sistemas de enzimas muy especiales. Es imposible que en la naturaleza no se oxide una molécula orgánica aislada.
A pesar de todas las realidades mencionadas, durante decenios se elogió exageradamente ese ensayo por considerárselo una explicación muy importante del origen de la vida. En los libros de textos se decía (y se sigue diciendo) a los estudiantes que “Miller mostró cómo podían sintetizarse los componentes orgánicos”, o que “Miller comprobó cómo se formaron las primeras células”.
Este es el motivo por el que mucha gente ilustrada está equivocada al respecto. Por ejemplo, en algunos artículos que se ocupan de la teoría de la evolución, podemos leer cosas como esta: “la combinación y cocción de materia orgánica, como aminoácidos y proteínas, produce vida”.
Es posible que la prueba en cuestión condujese a algunos a creer casi ciegamente en esa tesitura. Pero la verdad es que nunca se observó lo que se dice que sucedía. Como explicamos, hoy día se comprende su invalidez en cuanto al origen de los aminoácidos. Es decir, ha sufrido el mismo destino que la llamada comprobación de la abiogénesis por parte de Jan Baptista van Helmont a través de los ratones, un pedazo de tela y un poco de trigo, o que el experimento de Athanasius Kircher.
Jeremy Rifkin hace la misma comparación en su libro Algeny: Una Palabra Nueva – Un Mundo Nuevo, al decir que si los científicos se hubiesen tomado la molestia de tener la más mínima sospecha, se habrían percatado que se trataba de una ficción, como la de esos que antes habían afirmado –en base a observar las larvas que salían de los desperdicios– que la vida procedía de la materia inanimada11.
Quienes consideran importante los resultados del experimento de Miller, no comprenden que fue realizado bajo condiciones artificiales creadas por su ejecutor y que la supuesta atmósfera primordial lograda no tenía nada que ver con la que existió en la Tierra inicialmente. Es decir, la prueba de laboratorio operó bajo pautas inválidas. Y lo que es más importante, el hecho de sólo sintetizar aminoácidos no significa creación de vida.
Si comparamos una célula activa con un gran complejo fabril, los aminoácidos sólo son la materia que forman los ladrillos para las paredes de los edificios. No obstante, no deja de ser de suma importancia la forma que tendrán esos ladrillos y la manera u orden en que serán colocados. Hasta ahora ningún experimento ha mostrado cómo pasan a existir los aminoácidos espontáneamente o cómo pueden autoorganizarse  para producir una proteína funcional. Si vamos un paso más allá, sabemos que para que exista una célula viva es necesario un mecanismo complejo totalmente sincronizado: cientos de proteínas distintas, codificaciones en el ADN, enzimas para descifrarlas y una membrana permeable. Como se sabe, nunca ha sido posible una “evolución química” que lo produzca. Y creer en su posibilidad es poner la esperanza en algo absurdo. Paul Davies, el conocido físico y escritor de temas científicos, realiza un importante comentario en la materia:
 “Algunos investigadores dicen: ‘Introduzca energía allí y la vida se generará espontáneamente’. Esto es como decir: ‘Ponga una barra de dinamita bajo una pila de ladrillos, hágala explotar y ¡le quedará construida una casa!’. Por supuesto, no tendrá una casa construida sino una gran cantidad de escombros. La dificultad para dar razón del origen de la vida radica en la imposibilidad de explicar de qué manera pasa a existir espontáneamente esa estructura muy organizada de moléculas complejas, como producto de una descarga de energía sin orden ni concierto. ¿Cómo se autoorganizaron esas moléculas particularmente intrincadas?”12.
En verdad, el ejemplo que da Davies contiene la solución correcta al problema del origen de la vida. ¿Es razonable suponer primero que el caos generó una vivienda y teorizar después de qué modo sucedió eso? O acaso, ¿no es más cuerdo decir que dicha construcción es la resultante de una capacidad de organización y creación conciente? La respuesta es obvia.
Muchos científicos rechazaron el mito de la evolución química después que en los últimos veinte años se llegó a comprender las complejas particularidades que conlleva lo viviente y empezaron a explicar su origen como un acto de la Creación.

La Asombrosa Complejidad de la Vida

Lo que motivó inicialmente que la realidad de la Creación sea entendida claramente, es la gran complejidad de la vida, algo que ni siquiera fue imaginado en la época de Darwin. Michael Behe, profesor de bioquímica de la Universidad de Lehigh (EE. UU.), escribe acerca del tema en La Caja Negra de Darwin:
“Desde mediados del decenio de 1950 la bioquímica ha aclarado concienzudamente cómo opera la vida a nivel molecular… Diecinueve siglos de investigaciones no pudieron ni siquiera conjeturar respecto a lo que hace a la visión, la inmunidad o la capacidad motora, pero la bioquímica ha identificado después las moléculas que permiten ésas y otras funciones. La idea que se tuvo en algún momento de que los fundamentos de la vida eran extremadamente simples se hizo añicos. La visión, la motricidad y demás mecanismos biológicos han probado ser tan o más sofisticados que los artificios técnicos propios de los automóviles o de los aparatos de televisión. Por medio del estudio se ha hecho enormes progresos en la comprensión de la química de la vida, pero la complejidad y delicadeza de sus sistemas a nivel molecular han paralizado los intentos de la ciencia por dar razón de sus orígenes… Muchos investigadores han afirmado temerariamente que las explicaciones ya existen o existirán más temprano o más tarde, pero en la literatura científica no se puede encontrar nada que sustente lo expresado. De todos modos, lo principal es que en base a la estructura  de los sistemas biológicos hay razones que fuerzan a pensar que cualquier explicación darwinista respecto de los mecanismos de la vida, siempre será pasajera”13.
¿Qué es lo que hace a la célula tan compleja?
Dice Behe:
“Poco después de 1950 la investigación hizo posible determinar las formas y propiedades de algunas moléculas que mantenían la vitalidad de los organismos. A través de muchos experimentos realizados gradualmente y con gran desvelo, se fue aclarando la estructura de cierta cantidad de ellas y la manera en que operaban. ¡El cúmulo de resultados nos permitió saber con absoluta certeza que la vida se basa en mecanismos constituidos por las mismas! Las máquinas moleculares transportan cargas de un lugar a otro de la célula a lo largo de ‘autopistas’, hechas de otras moléculas, en tanto que otras más cumplen el papel de amarras, sogas y aparejos que mantienen a la célula en el estado que le es propio. Las máquinas antedichas controlan la ‘conexión’ o ‘desconexión’ interna de la célula, produciendo su muerte o desarrollo. Dispositivos activados por la luz solar capturan la energía de los fotones y la acumulan como elementos químicos. Otros artificios permiten que la corriente eléctrica fluya a través de los nervios. Las moléculas dan forma a herramientas apropiadas que a su vez construyen más máquinas moleculares. La célula se desplaza, se replica ella misma y se alimenta por medio de esas creaciones ingeniosas. En resumen, la vida es algo enormemente intrincado y todo su proceso es controlado por maquinarias moleculares muy sofisticadas, en tanto que sus particularidades la mantienen en un equilibrio muy sutil”14.
El físico y biólogo molecular israelí Gerlad Schroeder subraya dicha complejidad extraordinaria:
Gerald Schroeder
El físico y biólogo molecular israelí Gerald Schroeder
“…Término medio, por segundo, cada célula en su cuerpo está formando dos mil proteínas. ¡Por segundo! En todas las células. Continuamente. Y lo hace sin alharaca. Nosotros no nos percatamos de ello en lo más mínimo. Una proteína es una cadena de varios cientos de aminoácidos y cada unos de éstos es una molécula que cuenta con unos veinte átomos. Cada una y todas las células de su cuerpo están seleccionando ahora, correctamente, unos quinientos mil aminoácidos –los cuales constan de alrededor de diez millones de átomos– que se organizan en cordeles predeterminados y se mantienen unidos, controlando que los enlaces se produzcan de una manera específica, para luego trasladar cada proteína a un sitio, al interior o exterior de la célula, a lugares que de alguna manera las reclamaban. Por segundo. Cada célula. Su cuerpo, al igual que el mío, es una maravilla viviente”15.
Como escribió Paul Davies, asegurar que este sistema espectacularmente intrincado es producto de la casualidad o de “leyes naturales”, es como afirmar que una casa pudo ser construida por medio de dinamitar un montón de ladrillos. Estas son las razones que dejan a los darwinistas sin argumentos. Behe comenta que ninguna de las publicaciones de éstos reporta una explicación respecto al origen de la vida según sus ideas:
“Si usted escudriña la literatura científica evolucionista para saber específicamente de qué manera se desarrollaron las máquinas moleculares –fundamentos de la vida–, se encontrará con un silencio absoluto y pavoroso. La complejidad del fundamento de la vida ha paralizado los intentos de la ciencia por dar razón del mismo. Las máquinas moleculares levantan una barrera infranqueable a la investigación general de los darwinistas”16.
En síntesis, las profundas investigaciones sobre el origen de la vida han contribuido a causar la defunción de la teoría de la evolución. Por lo tanto, ¿por qué hay gente que aún adhiere a la misma?
Harold Urey, uno de los coautores del Experimento Miller, admite:
“Todos los que estudiamos el origen de la vida, descubrimos que cuanto más lo hacemos más percibimos que es demasiado laberíntico para que halla evolucionado a partir de lo que sea. Todos nosotros creemos, como un artículo de fe, que la vida pasó a existir en este planeta a partir de la materia inerte. Pero su complejidad es tan grande que nos es difícil imaginar que haya sido así”17.

DNA
Después de gastarse muchísimo dinero a lo largo de los años en la investigación de la estructura del ADN codificante, los científicos descubren nuevas especializaciones e información valiosa. De todos modos, la estructura genética de la célula continúa reteniendo los secretos de su perfección. La gran cantidad de datos vitales acumulados desconcierta a quienes buscan explicar la aparición de la vida en función de lo aleatorio.
La biología molecular ha revelado que la vida es mucho más compleja que lo que se hubiese imaginado cualquiera en la época de Darwin. Hoy día ya sabemos que una célula es superior a todo lo inventado por la humanidad. Esta realidad demuele el evolucionismo, el cual considera que todo lo viviente es producto de la casualidad. La parte más importante de la compleja estructura de la célula es el ADN, determinante de su codificación genética.

Urey dice que él y muchos de sus colegas “creen” que el origen de la vida fue un suceso casual. Es decir, lo que queda claro es que el fundamento del Experimento Miller no fue lo científico sino la fe. Y la idea de que lo único que existe es la materia, de que todo debe ser explicado en función de los efectos físicos, es la esencia de la filosofía materialista.
El darwinismo ha colapsado científicamente y sólo la creencia ciega en la filosofía que sustenta lo mantiene vivo. Pero nunca más alzará vuelo como teoría razonable.

Footnotes

7- CHARLES DARWIN TO J.D. HOOKER, Down [March 29, 1863]. http://ibiblio.org/gutenberg/etext00/2llcd10.txt
8- "The Crucible of Life", Earth, Şubat 1998
9- "Origin of Life on Earth", National Geographic, Mart 1998
10- Jonathan Wells, Icons of Evolution, Science or Myth, Why Much of What We Teach About Evolution is Wrong, Washington, DC, Regnery Publishing, 2000, s. 21
11- Jeremy Rifkin, Darwin'in Çöküşü, Ufuk Kitapları, İstanbul 2001, s.133
12- Paul Davies, C.W. [renouned physicist] & Adams Phillip [journalist], "More Big Questions," ABC Books: Sydney, Australia, 1998, ss.53-54, 47-48, 48
13- Michael J. Behe, Darwin'in Kara Kutusu, "Evrim Teorisi"ne Karşı Biyokimyasal Zafer,  Aksoy Yayıncılık, 1998, s.8
14- Michael J. Behe, Darwin'in Kara Kutusu, s.14
15- Gerald L. Schroeder, Tanrı'nın Saklı Yüzü, Gelenek Yayıncılık, Nisan 2003, İstanbul, ss.67-68
16- Michael J. Behe, Darwin'in Kara Kutusu, s.15
17- W. R. Bird, The Origin of Species Revisited, Nashville: Thomas Nelson Co., 1991, s. 325